Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones / Reflections. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones / Reflections. Mostrar todas las entradas

viernes, 29 de junio de 2018

Orgullo LGTB 2018



Ayer estuve en el Orgullo Crítico de Madrid, la manifestación que la gente LGTB/queer hacemos cada año como contraposición al "Orgullo" oficial mercantilizado e instrumentalizado por gobiernos e instituciones para sacar rédito económico, vaciar de contenido nuestra lucha y ponerse un pin.

El Orgullo no es una oportunidad para que aquellos partidos políticos, empresas, instituciones y personas que sistemáticamente nos oprimen, invisibilizan, silencian, agreden, nos niegan o nos arrebatan nuestros derechos y nuestra humanidad se lucren salvajemente un mes al año a nuestra costa. No, esto no va de #LoveIsLove. Esto no va de Ames A Quien Ames, Madrid Te Quiere. Esto va de derechos humanos básicos, de supervivencia, de hipervigilancia, de estar sometidas constantemente a juicios, cuestionamientos y discriminación social, familiar, médica, laboral e institucional. Esto va de la violencia a la que nos enfrentamos a diario sencillamente por ser quienes somos, por no encajar en lo único que la sociedad considera “correcto” y “normal” y válido, por nuestra identidad de género y cómo la expresamos, por nuestra orientación sexual/romántica, por ser diferentes.

El origen y la historia del Orgullo LGTB no son frívolos, no son un hashtag blando, simplón y romantizado desprovisto de contenido real. El origen del Orgullo fueron los disturbios acontecidos en el pub LGTB Stonewall Inn de Nueva York el 28 de junio de 1969 como reacción desesperada y furiosa a los reiterados abusos, palizas y violaciones policiales, a la violencia gratuita e impune ejercida rutinariamente sobre nuestra gente por el simple hecho de ser quienes eran. Las primeras en estallar y plantar cara fueron Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, dos mujeres trans, prostitutas, latina y negra respectivamente. Fue la primera vez que la gente LGTB se atrevió a unirse, defenderse y alzar la voz. Por eso lo celebramos cada año. Y desde entonces el Orgullo ha constituido una larguísima y agotadora lucha por conseguir que las personas LGTB sean consideradas seres humanos dignas de los mismos derechos, dignidad, respeto, oportunidades y trato que las personas cisgénero heterosexuales.

Las personas queer/LGTB no olvidamos. Esta es nuestra fiesta, sí, pero ante todo es nuestra lucha, en la que reclamamos poder vivir sin miedo. No somos algo que usar una vez al año y luego tirar a la basura y al olvido. Existimos todos los días del año. Estamos en todas partes. Y no nos vamos a dejar silenciar.

(Foto por Lua Quiroga Paúl)


martes, 3 de abril de 2018

Ko-fi, lirios y unas palabras



Escribo esta entrada porque necesito transmitiros algo muy importante.

Veréis, hace poco más de una semana me abrí un Ko-fi. Para quienes no la conozcáis, Ko-fi es una aplicación pensada para que tus seguidores y la gente a la que le gusta lo que haces como artista o como creadora de contenido puedan hacerte pequeñas donaciones a modo de apoyo cuando les apetezca, lo equivalente a invitar un café o dar una propina. Y la acogida estupenda que tuvo me abrumó de gratitud y de calidez. Y es así todas las veces que me apoyáis de todas las maneras posibles: tanto retuiteando y difundiendo mi trabajo y hablándole de él a otras personas, como comprando artículos de mis tiendas, haciéndome encargos o —como ha pasado en los últimos días— haciéndome pequeñas donaciones a través de Ko-fi. Y, a veces, dar las gracias se me queda tremendamente corto, así que por Twitter escribí unas palabras para expresar un poco mejor qué supone para mí vuestro apoyo. Las reúno ahora aquí:

La mayoría de la gente que me seguís y que me estáis leyendo lo tenemos muy difícil. A mí siempre me ha costado mucho pedir ayuda y/o dejarme ayudar, y también dar valor a mi tiempo, a mi esfuerzo y a mi trabajo, aunque me deslomase haciéndolo. Sé que no soy la única. Este sistema nos adiestra y adoctrina en términos deshumanizados de validez, meritocracia, abnegación y sacrificio que por supuesto ni siquiera se corresponden con cómo funciona la realidad laboral y económica –y si hablamos de trabajos artísticos, marginales y/o no asalariados ya ni te digo–. Me ha costado mucho llegar al punto mental en el que venzo mis inmensas resistencias a hacerme un Ko-fi y me atrevo a crearlo y a anunciarlo. Y si he podido llegar a hacerlo es porque, desde hace un tiempo, hay mucha gente que valoráis lo que hago bastante más que yo misma y que mi historia vital y que intentáis constantemente ayudarme, hacerme las cosas más fáciles en la medida de vuestras posibilidades. Y eso es algo que me está llegando al corazón todas las veces, tanto que no sé ni cómo responder a ello de manera que refleje cuánto lo agradezco y cuantísimo significa para mí. Estos días estoy tremendamente emocionada y conmovida porque a varias de las personas que habéis aportado en mi Ko-fi os conozco. Sois gente con trabajos y economía precarios, gente que se mata a trabajar y que apenas tiene para sí misma. Y no habéis dudado en aportarme dinero en Ko-fi, en algún caso cantidades que me han dejado atónita. Apenas tenéis para lo vuestro, pero no habéis dudado en ayudarme a mí. Y, de un modo u otro, me estáis ayudando siempre.

Mi relación con mis habilidades creativas ha sido chunga, lacerante y lastrante desde hace 13 años. Pero veo todo lo que hacéis por mí, todo lo que queréis hacer por mí, y me lleno de fuerza y de energía; y sólo quiero crear, devolveros todo eso en arte y belleza y representación, disfrutándolo sin dolor y sin dudas sobre mi capacidad y sin intentar fingir ser otra persona. Quiero dibujar y crear cosas y ser parte de cosas que me broten desde la víscera y la rabia y la ternura y el amor, más que nunca en mi vida. Y pienso hacerlo, voy a hacerlo, voy a darlo todo. Y es gracias a vuestra mano, a vuestra acogida, a vuestro cariño. Así que gracias. Gracias desde lo más hondo de mi ser, gracias con el corazón en la mano, gracias siempre, para siempre, por todo.

Esto expresa algo mejor lo que vuestro apoyo realmente significa para mí.


martes, 16 de enero de 2018

Daffodil Lament



Se ha ido Dolores O'Riordan.
Me muero de pena.

Quienes me conocen saben que Cranberries ocupan un lugar muy especial en mi corazón desde pequeña. Cuando tuve guitarra, una de las primeras canciones que aprendí a tocar de oído fue Zombie. Tal vez fue mi primera canción de poder, la que cantaba con rabia y furia, con fiereza. Yo, que de adolescente parecía una doncella medieval dulce y tímida y silenciosa, adoraba cantar canciones de Cranberries, y encontraba un orgullo secreto y salvaje en que mi voz se pareciese bastante más a la de Dolores que a las de cantantes más pulcras, delicadas y agradables. Cuando me oían cantar Cranberries, la gente se sorprendía y extrañaba, y yo podía sentir cómo esa grieta en la idea que tenían de mí les incomodaba e inquietaba. En un entorno de violencia y obligada sumisión, tener ese conocimiento y esa habilidad dentro me daba fuerza, y poder.

Y siguió siendo así después. Cuando la gente insistía en inscribirme en lugares personales o artísticos que les resultasen agradables, inofensivos y dóciles, allí estaba la llama y la impronta de Cranberries y Dolores, con su voz y su música y su actitud y su estética, para recordarme y recordarles que y una mierda, que yo no era las cosas que querían que fuera, sino lo que yo sabía que era o quería llegar a ser; esto es: algo inquietante y desconcertante y poderoso y furioso y peligroso y hermoso.

Así que sí, me muero de pena. Dolores O'Riordan era demasiado importante, demasiado joven, y era demasiado pronto. Te vamos a llorar y a extrañar con todo nuestro corazón, para siempre en nuestro panteón de las Diosas y las Fieras.


miércoles, 15 de junio de 2016

Orlando



Como he estado trabajando en la Feria del Libro y no he pisado mi casa hasta ayer noche, no he tenido tiempo de hablar aquí de la masacre de Orlando. Pero hoy sí puedo. Porque tenemos que hablar de la masacre de Orlando.

Punto uno: No, no ha sido “el islam”. No ha sido “un ataque terrorista islámico contra seres humanos”, maldita sea. El asesino no era yihadista, ni encarnaba en su ser a ningún colectivo ni a ninguna religión al completo; y el que intente haceros creer lo contrario os está engañando y os está manipulando vilmente, echando mano de la desinformación y los condenados tópicos y vuestro miedo para enfocar vuestro odio hacia quien más le interesa. Y no, no ha sido un ataque contra "los seres humanos, porque todos somos personas": la tragedia de Orlando ha sido una masacre homófoba, cometida por un hombre heterosexual que decidió asesinar a personas LGTBIQ/GSRDI por el simple hecho de que se sentía "ofendido" por su existencia. El lugar de los hechos sí importa, lo que tenían en común las víctimas sí importa: el local era un lugar de salida LGTBIQ  obviamente lleno de personas LGTBIQ donde personas LGTBIQ  se reunían para celebrar el mes del Orgullo porque se sentían en un lugar seguro para expresarse sin miedo, para ser sin miedo. Paraos a pensar si no se hablaría de un ataque a los cristianos si una masacre así se produjera dentro de una iglesia cristiana durante la misa, paraos a pensar si no se llamaría un ataque a la Casa Real si alguien intentara asesinar a diversos los miembros de la realeza reunidos en su real residencia.
Aclarado el tema del contexto, ahora paraos a pensar en cuántas víctimas de exclusión social/laboral, palizas, asesinatos y masacres lo son por su condición de ser heterosexuales. Y ahora recordad o buscad cuántas víctimas de exclusión social/laboral, palizas, asesinatos y masacres lo son por su condición de ser LGBTIQ (datos que jamás veréis mencionados en los periódicos de tirada nacional ni en las noticias, por cierto). Eso es: muchas, todos los jodidos días.

Por eso es jodidamente importante reconocer y resaltar que esto es un ataque contra el colectivo LGTBIQ, porque nos están matando continua e incesantemente por lo que somos (sí, incluso y hasta muy especialmente en los países tan condenadamente mal llamados “desarrollados”, esos países en los que se proclama que todo el mundo es “igual” y “libre”) y nadie quiere reconocerlo. Y, si no se reconoce, no se hace visible, y no se hace NADA contra ello. Y entretanto seguimos muriendo. O viviendo con miedo a que alguien “nos descubra”, nos deje sin trabajo o en la calle o nos asesine por lo que somos.




Punto dos, y esto es crucial: revisémonos, por favor. Esto, como cualquier acto de violencia, requiere ir más allá de avatares multicolores y de hashtags y de memes tiernos expresando nuestro amor y compunción. Las cosas no se resumen tan fácilmente a eso. La violencia DESDE LUEGO que no se combate con eso. Limitarse a eso es limitarse a adornar la fachada para quedar bien ante otros. Poner una imagen edulcorada y decir que "condenas" el ataque de Orlando y que te "solidarizas" con la comunidad no es suficiente, maldita sea. La violencia toma muchas formas cercanas más allá de un arma de fuego.

Se está ejerciendo la violencia cuando para insultar y/o burlarte de alguien usas términos relativos a la comunidad LGTBIQ. Cuando te lo llaman a ti, con intención ofensiva o no, y te sientes insultado.
Cuando nos usan en series como personajes risibles, graciosos y estereotipados. Cuando sólo nos "aceptas" si somos graciosos, si somos comprensivos y pacientes hasta la extenuación, si no nos quejamos jamás, si somos complacientes, si somos bonitos, si somos dóciles.
Cuando tuerces el gesto o te indignas al ver personas del mismo género besándose. Cuando nos gritas cuando vamos de la mano.
Cuando en tu familia no se menciona a la novia o novio de tu hija/hijo/hermano/hermana porque no forman una pareja heterosexual y normativa.
Cuando se menciona el VIH e inmediatamente se asocia con la homosexualidad (cuando de hecho actualmente la mayor parte de casos de enfermos de VIH son personas heterosexuales).
Cuando señalas/te ríes/te burlas/insultas/miras mal a personas porque consideras que su ropa o aspecto no encajan con el género que crees que tienen, o por cualquier otra razón semejante.
Cuando haces las tijeritas con la mano cuando una chica te dice que es lesbiana y/o bi, y tú preguntas si "puedes mirar" pero eh, no te pongas así, que es broma.
Cuando alguien habla de su género o sexualidad y tú le dices que es la edad o que está confundido o que tiene que aclararse o que eso no es así/no es científico/no existe.

Todo esto, y más, también es violencia contra el colectivo LGTBIQ/GSD. Diaria y constante y aceptada. Y la solidaridad no es real ni válida hasta que nos revisemos y empecemos a cambiarlo en nosotros y denunciarlo en nuestro entorno.

PD: Y por cierto, medios de comunicación: cada vez que llamáis "bandera gay" a la bandera arcoíris estáis invisibilizando a casi todos los colectivos dentro de lo LGTBIQ, y por tanto divulgando información sesgada, y por tanto ejerciendo ignorancia profesional reincidente que, a estas alturas, sólo puede explicarse como deliberada. Y eso NO debería darse jamás, y mucho menos en el periodismo. Y reducir la lucha LGTBIQ a “tener libertad de amar a quien quieras / de casarte con quien quieras” resulta una reducción sumamente simplista, entre otras cosas porque se siguen excluyendo colectivos y realidades; y porque en el fondo la sucia verdad es que nos miran mal, nos gritan y acosan por la calle, nos echan de casa, nos excluyen social y laboralmente, nos agreden en los aseos o nos prohíben usarlos, nos envían a un psiquiatra que nos “cure” o nos legitime, nos retiran la potestad sobre nuestro propio nombre, nos mutilan al nacer para encajarnos en un género, nos violan, nos pegan palizas y nos matan por ejercer la libertad de ser quienes somos y salirnos de su tiesto. Así que un poco de seriedad y profesionalidad, hacedme el favor.

martes, 12 de abril de 2016

Pandur



Tomaž Pandur ha muerto. Se me está desgarrando el corazón.

Tomaž Pandur has died. My heart is tearing apart.



lunes, 11 de enero de 2016

Farewell, Black Star



Ayer, 10 de enero, escribí esto:

Hoy tenía que ser un día de agradecimiento hacia todas las personas que tan cálidamente acogisteis el sábado la segunda función de “Hambre”, porque de verdad que quiero daros las gracias y transmitiros con toda mi alegría lo importante que fue esa noche para nosotras.

Pero no puedo. Hoy ha muerto David Bowie.

Como para tantísimas personas, Bowie ha sido un símbolo toda mi vida. El año que nací se estrenó una película sobre un laberinto que revistió mi infancia de magia y de belleza. Me hizo darme cuenta de que yo no ansiaba ser una princesa; sino un elegante, ambiguo, terrible, indecente y resplandeciente Príncipe Blanco de género angelical o feérico o extraterrestre, a poder ser orlado de plumas, maquillaje escandaloso y purpurina.
Según crecía, cuando contemplaba fotografías de Bowie de algún modo sabía que estaba contemplando al Rey de una especie extraña, esteta, múltiple y diversa que el mundo tendía a considerar anómala, amoral, artificiosa, inadecuada, insolente, ficticia, prescindible, molesta y/o despreciable. Que yo pertenecía a esa especie. Y que, como tal, quedaba condenada y bendecida a querer ser, elaborar y desear todas las cosas que no se consideran correctas, decentes, apropiadas y naturales de este mundo. También sabía (y aprendí a golpes de experiencia con el tiempo) que atreverse a serlo y manifestarlo es un arduo ejercicio de tenacidad y resistencia. Pero en mi panteón mental, junto a otras deidades y arcanos viejos y nuevos, brillaba siempre esa estrella eléctrica, luciferina, de irisado multicolor y casi hiriente, a la que mirar cuando el camino parecía demasiado oscuro.
Bowie desplegó ante mí por vez primera la libertad para ser y el ansia por serlo.

Llevan cayéndoseme las lágrimas desde las nueve de la mañana. Yo no quería, pensaba que el día que pasara esto apenas me afectaría. Pero no puedo evitarlo.

Sencillamente, te adoramos. Has sido nuestro Rey y nuestra Reina, y el mundo sin ti parece un poco más mortecino e inhóspito. Y has tenido que irte así, siendo un símbolo hasta para marcharte, fijando una maldita estrella negra —cegadora, invisible y eterna— en nuestro firmamento.
No podía ser de otra manera, no es verdad, insignia viva, Duque Blanco, amadísimo alienígena.

PD: Mi primera opción era enlazar aquí la versión de “Bring me the Disco King” de Danny Lohner, pero inexplicablemente parece que está bloqueada en nuestro país. De modo que… Can you hear us, Major Tom?


lunes, 7 de septiembre de 2015

Sarah Kane y las encías de Antonin Artaud



Amamos a Sarah Kane.
La amamos, la admiramos, la tememos, la extrañamos, la lloramos, la reverenciamos. Desechada y desgarrada, bestia cruda y visionaria, dejó en la historial teatral una huella-que-es-herida-que-es-zarpazo-que-es-metralla, un grito eternamente incandescente en pleno corazón de arte.
Alana Portero alza su pluma para El Estado Mental y traza con lengua poética impecable la sombra límpida y sangrante de Sarah Kane en el espejo; la conjura, la recuerda, la venera, le hace justicia.
No os perdáis su artículo-ofrenda: es verdadera liturgia.
El teatro de Sarah Kane es el templo definitivo de la confrontación con todo lo que nos hace animales sensibles y temerosos. (...) Hay algo de autoaborrecimiento en Sarah Kane cercano al amor incondicional (...), como si en cada línea escrita emitiese una llamada de socorro denunciando su propia ausencia, nostálgica de sí misma, acaso vacía. (...) Kane es silencio abisal.
 (Texto completo en El Estado Mental.)



viernes, 10 de julio de 2015

"Las canciones de los durmientes" - Layla Martínez



(Notas de las 3 am de una madrugada insomne.)

La Poesía contemporánea, como todo Arte, tiene sacerdotisas, tiene sacerdotes.
Y, como todo Arte, es inhumana; y por tanto exige cierto grado de ensañamiento, cierto grado de inclemencia, de crueldad.

Leer a Layla Martínez es espeluznante y desalmado, pues no sólo supone asomarse a una belleza hermética, iridiscente y cruel; sino también saber que, una vez lejos de ella, serás incapaz de recordar cuál era la textura exacta de esa belleza.
Sus Canciones de los durmientes me paralizan el corazón. Leo y temo y admiro y odio, sabiendo que nada me salvará del daño y de la pérdida. Que podemos ser golpeados por la belleza, pero que no podemos precisarla ni aferrarnos a sus contornos al igual que no podemos apresar el humo del incienso o la forma exacta de las pesadillas una vez hemos despertado. Y saber esto sólo puede ser agónico.

La Poesía no nos compadece. Leer a Layla es no querer leerla. Leer a Layla es tenderse a esperar en una llanura yerma, invertebrada, cuajada de extrañas auroras boreales; y sangrar devastada y silenciosamente, despacio, en el nombre de dioses ciegos y abisales.






domingo, 4 de enero de 2015

neønymus


Para finalizar una semana de arte despiadado, acudí a un concierto de neønymus.

En realidad, poco puedo decir de neønymus. Una amiga mía residente en Dinamarca me lo descubrió a medianoche hace aproximadamente dos meses (maldita-sea-ella-bendita), y yo enloquecí y lo seguí en todas sus redes. Cinco días antes del concierto, supe casi por casualidad que vendría a Madrid. Lo que él −chamán contemporáneo conformado en grises− hacía me resonaba en lo más hondo de los huesos, eco familiar a las voces que me habitan cuando por delante sólo tengo un silencio espeso que respira.

Por ello, en lugar de enredarme con palabras, prefiero dejar que os hablen todas sus voces.


miércoles, 31 de diciembre de 2014

"Fausto", de Tomaž Pandur

Fotografía de Aljosa Rebolj

Lo primero que vi de la obra de Tomaž Pandur fue un trailer de Inferno, y lloré como quien se ahoga.
Fue hace demasiado poco, y el ansia y la impotencia me devoraban la cordura al saber que desde Inferno me he perdido demasiadas ceremonias.

He esperado Fausto como quien aguarda a una reina inmortal y demente.

Sed. Pienso en Fausto y sólo tengo sed. La imaginería sacra de Pandur tiene algo que te araña las entrañas, las raíces subterráneas del dolor y del deseo. El sistema nervioso titila como una supernova y se estremece, y las percepciones se materializan en una desaforada serie de anhelos: quisiera respirar cada día sobre ese escenario, quisiera vivir asaeteada por esa luz que aúna lo angélico y lo atroz. Quisiera mancharme con ese polvo que conforma la inmundicia mística del mundo, helarme en esas aguas, jurar cada día con la lengua bañada en sangre, aullar como una poseída, como una iluminada. Lo simbólico, lo sensual, lo mitológico, lo eterno, lo sagrado se despliega en las obras de Pandur y reclama un trono invisible que se manifiesta en cada elemento escénico, anida en cada actriz y actor y hace de su cuerpo un instrumento y un altar al servicio de algo pavoroso y verdadero. Cada instante es una coreografía perfecta. Cada gesto responde a un propósito de flecha ineludible. Cada canto y nota reverbera entre las venas como un sistema solar hecho de aluminio y cristal.

En Fausto el demonio es múltiple, es padre (Víctor Clavijo), madre (Ana Wagener), hijo (Pablo Rivero), hija (Marina salas) y sacerdote (Emilio Gavira) y tiene voz artera y fina, pero a veces se hastía en los laberintos humanos y se siente exhausto, demasiado eterno, demasiado recubierto de cenizas. Roberto Enríquez regresa dejándose la piel y transitando la soledad del genio que desea un jardín mientras se petrifica.

En Pandur, la belleza puede erigirse en cualquier parte; puede ser estúpida, divina, bestial o inocente, pero jamás es pura.
He acudido a él y seguiré acudiendo porque sé qué aguardo, porque busco el templo y el puñal, la aureola férrea y la serpiente.

Que cada nueva obra de Pandur encuentre en mí su sacrificio.


Fotografía de Aljosa Rebolj

viernes, 26 de diciembre de 2014

"Frankenstein", con Benedict Cumberbatch


Ante la imposibilidad de haber acudido a presenciar Frankenstein en el propio National Theatre, la oportunidad de disfrutar teatro en cines que nos ofrece el National Theatre Live es un verdadero privilegio. Es cierto que, como suele pasar con las mejores ramas del arte, resulta difícil hacer justicia en tan poco espacio a esta puesta en escena del clásico de Mary Shelley. No obstante, si me viese obligada a hacerlo, yo lo resumiría en dos palabras: Benedict Cumberbatch.

De las dos versiones de la obra que nacen de la alternancia de Cumberbatch y Jonny Lee Miller interpretando los papeles principales del científico y la criatura, la versión que ha sido grabada para proyectar en los cines es aquella en la que Cumberbatch encarna a la creación. Tras asistir a los primeros diez minutos de la obra, cualquier curiosidad interrogante que dicha elección nos suscitase se desvanece. La primera escena de Frankenstein instaura un silencio absoluto y sobrecogido ante la carne rota y vacilante, perpleja  y aterrorizada de la criatura, animada por esa bestia escénica e inmisericorde que es Cumberbatch. El trabajo que hay detrás de esos impresionantes primeros minutos es descomunal; y semejante actuación soberbia no hace más que recubrirse de oro a lo largo de la obra cuando, envolviendo ese lenguaje corporal que fluye entre lo animal, lo infantil y lo mutilado, Cumberbatch hace brotar su voz sedosa, atronadora y densa de dicción impecable.

Dejando aparte esta interpretación sublime, la exquisita escenografía (ese monumental racimo de bombillas que, en los momentos clave, laten o subrayan o despojan o relampaguean) y el excelente trabajo de todos los demás actores (particularmente no puedo dejar de destacar el personaje de Elizabeth, inteligente, desenfadada, aguda y crítica por encima de su habitual cosificación en lánguida damisela), esta obra tiene además otro motivo esencial por el cual la considero magnífica: Tras largos años de incomprensión ante las características popularmente asignadas al mito, una parte de mí ha podido respirar tranquila al ver que en esta versión de Frankenstein se hace al fin justicia a la complejidad intelectual y emocional de la criatura de Shelley, poniendo de relevancia  de una vez por todas la verdadera naturaleza de Victor Frankenstein, hombre egoísta, déspota, presuntuoso, ególatra y deleznable; que abandona a su creación, la insulta, la ignora, la humilla y la desprecia por el simple hecho de ser desagradable a su vista, negándose automáticamente a considerar su derecho a ser acogida y respetada por su creador, convirtiéndose en causa directa y deliberada de su sufrimiento y del sufrimiento que ocasionará en su empeño por intentar ser, si no amada por él, al menos percibida y reconocida.




lunes, 13 de octubre de 2014

Lluvia Constante




He de confesaros algo.
Ayer acudí a ver Lluvia Constante de Keith Huff, y fui arrasada.

Dirigida por David Serrano, Lluvia Constante toma forma en un montaje extraordinario. Enmarcados por una escenografía y una iluminación pulcras, afiladas, de sabor casi metálico; los actores Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta protagonizan esta historia acre y descarnada y bordan magistralmente unas actuaciones sencillamente estremecedoras.

Teatro en estado puro, intensidad sostenida en un baile suburbial conducida con exquisita pericia.

Estarán hasta el 26 de octubre en los Teatros del Canal. Eso son sólo dos semanas.
No. Oséis. Perdéroslo.



domingo, 27 de julio de 2014

Portishead y Festival de Teatro de Mérida




Ayer hizo exactamente ocho días desde que vi a Portishead, y una semana desde que noche, viento y arte tomaron posesión de las ruinas del teatro de Mérida mientras adorados seres y yo estábamos allí para verlo. Y al fin encuentro algo de tiempo para contarlo.

El concierto de Portishead. Portishead, sabéis. Cuando hace unos meses descubrí que venían a Madrid casi me da un ataque. Portishead ha sido el hilo de momentos cristalinos y desencajados a lo largo de mi vida, y jamás los había visto en directo. El viento empezó el viernes, pues. Y, tras tener la inmensa fortuna de padecerlos en directo, puedo decir que tanto en disco como en vivo Portishead son una campana que suena en una oscuridad propia de tormenta eléctrica, puro concepto límpido y descarnado, pupila sin párpado, mercurio, cristal angélico (recién nacido, aséptico, estéril) hundido en tu carne.

Imaginad ahora que al día siguiente os enfrentáis por primera vez con el teatro romano de Mérida. Imaginad que el mercurio se disgrega, se multiplica y se transforma en la voz de un dios.

Así pues, el sábado acudimos con premeditación y alevosía a ver La Ilíada de Homero puesta en escena por la compañía griega Polyplanity y dirigida por Stathis Livathinos. La guerra de Troya tuvo lugar esta vez tras un devastador apocalipsis. Divinidades y héroes vestían a medio camino entre mendigos y militares, pescadores y guerreros tribales, obreros industriales y corazas de piel viva. Casi cuatro horas de versos en griego contemporáneo, adaptado respetando las peculiaridades del original clásico y sin recortar apenas su extensión: son muchas horas, y muchísimo texto, tremendas listas de nombres y muertes y linajes, un río incesante de poesía épica; y no obstante los actores y actrices fluían por él como integrantes y conocedores de una marea secreta, sometidos simultáneamente a un trabajo físico incesante y agotador, una coreografía demoledora y estéticamente impecable, personificando innumerables personajes (ahora humano, ahora deidad) en tan sólo quince cuerpos. Neumáticos, percheros gigantescos de metal, somieres que sirven de promontorio y barricada, percusión en directo. El estanque a un lado del escenario humedecía los imperiales pasos de la encarnación (entre otras) de Tetis, actriz de porte y voz impresionantes, esculpida en sus ropajes como un ídolo de piedra. Ella invocó la ira de Zeus y el cielo negro en la distancia se cuajó de relámpagos (os lo juro, lo contemplé sobrecogida, no es cómoda metáfora). Cuando Zeus apareció por primera vez, su voz casi me detiene el corazón. Hera inclinaba las caderas y hablaba como una diosa-zorro, puro animal escurridizo de entonación aguda y sinuosa y dientes afilados. Luces calculadas y precisas nos conducían por el mapa de la guerra y la tragedia. Cuando, sin previo aviso, los actores y actrices irrumpían en breves y antiguos cantos polifónicos, algo se me rompía dentro y se despeñaba. Y las columnas siempre al fondo, de mirada grave, oscuras, expectantes, silenciosas.

Por descontado, las ruinas son mucho más poderosas y ancianas que los hombres; pero el arte hace anciano al ser humano y la batalla fue encarnizada. Piedra y sangre y voz incendiaron de un fuego frío la noche. Las cosas sublimes rivalizan y combaten hasta que, al final, sólo pueden amarse. Respecto a mí, vieja juventud, qué iba a hacer más que sucumbir.
A las 3 de la madrugada, la obra terminó dejándonos quebrados, enfebrecidos y devastados por el arte. Antes de salir del teatro nos encontramos con uno de los actores, sonriente, exhausto, educado, devastado. Porque así es el arte verdadero, torturador, asesino piadoso y cruel que en el último instante nos deja vivir. Henchidos, huérfanos, nos dispersamos sin opción por la noche inconmovible y muda de Mérida con la mirada fija y la carne en llamas.

La Ilíada dirigida por Livathinos vendrá a Madrid en octubre de la mano del Centro Dramático Nacional. Os sugiero ferozmente que no os la perdáis. Yo sólo ansío volver.




martes, 13 de mayo de 2014

Eurovisión, las barbas y los deseos


Foto: "Shakespeare's Sonette", de Robert Wilson, con la compañía Berliner Ensemble

El hervidero en el que se convirtieron las redes sociales el sábado pasado habla mucho de la concepción imperante de las cosas en este país. Nunca he sido fan de Eurovisión, pero creo que hay que ser condenadamente valiente para revelarse ante las pantallas de Europa portando en tu propia carne un mensaje tan incómodo y tan claro: Sé lo que quieras.

Por supuesto, este "sé lo que quieras" resulta absolutamente intolerable y parece justificar cualquier comentario jocoso, despreciativo y/o humillante hacia lo que no se considera un cuerpo "como debe ser"; ya sea "como debe ser para ser un hombre" o "como debe ser para ser una mujer". Pero sabéis, es que la habitual concepción restrictiva y exclusivamente binaria de "hombre" y de "mujer" es tan solo una herramienta homogeneizadora y tiránica más que nos afecta a TODAS y TODOS. Y, además, quién demonios tiene derecho a decirnos cómo "tenemos que ser".

Por tanto, declaro que todos los que ridiculizan sádicamente a la ganadora de Eurovisión Conchita Wurst y a cualquier otra persona por su aspecto o sensibilidad deberían:

1) Plantearse si realmente aportan algo sus chanzas y juicios machistas, irrespetuosos y absolutamente repugnantes sobre el físico, género, identidad y/u orientación sexual de cualquier persona.

2) Preguntarse si lo que realmente les turba tanto no radicará en que una mujer con barba (nacida XX o XY o XXY) no encaja por ninguna parte en sus fantasías sexuales; o, en su defecto, en las fantasías sexuales diseñadas en exclusiva por y para hombres heterosexuales (es decir, todas) con las cuales los medios nos bombardean constantemente.

3) Dejar de categorizar el amplio mundo en torno a la sacrosanta preferencia y dictadura solitaria de su falo (o de EL falo como concepto en caso de no tenerlo. Por favor, chicas).

 4) Apartar un segundo la mirada de la forma y el tamaño de su (o EL) miembro y reflexionar acerca de las limitadísimas concepciones de los roles sexuales y de género en esta sociedad asquerosamente simplista, y acerca de los medios que se utilizan para acallar cualquier cosa que difiera de lo oficialmente establecido como "normal", "bueno", "deseable" y "correcto" (¿queréis ser buenos? ¿Queréis estructurar y estigmatizar vuestro cuerpo en torno a lo que otros consideran deseable? ¿Queréis ser correctos? Hemos llegado lejísimos así, ¿verdad?).

5) Buscar verdadera información sobre orientación sexual e identidad de género (que no es lo mismo), sobre los familiares pero raramente bien comprendidos términos LGTB, y sobre otros complejos y polifacéticos conceptos (aún menos conocidos y comprendidos) tales como queer, transgénero, intersexo, género neutro o género fluido.

Oh, y lo digo desde el respeto. Que yo tengo amigos heteronormativos y nos llevamos muy bien y soy muy tolerante y eso (#NoSiYoTengoAmigosGays).

Ahora sin ironías: aparte de legitimar conductas y concepciones despóticas, retrógradas y despiadadas; podéis estar haciendo mucho, muchísimo daño a alguien, directa o indirectamente (más que una posibilidad, es casi un hecho seguro). Y yo no soy en absoluto una erudita: desconozco muchísima teoría (cosa que estoy intentando remediar poco a poco, porque el conocimiento estructurado y la dialéctica son armas poderosísimas contra la ignorancia, la grosería y la brutalidad disfrazada de erudición), pero instintivamente siempre he sabido, intuido y/o sentido ciertas cosas claramente divergentes y manifiestamente molestas para la opinión general; y a raíz de las condenadas nociones de lo "normal", lo "bueno", lo "deseable" y lo "correcto" he sufrido y presenciado MUCHO dolor; y cada vez sé de más personas, y cada vez conozco más historias, y la mayoría (si tenéis una mínima sensibilidad, que si no la tuvierais no estaríais leyendo esto) os harían palidecer.
El mundo sólo puede ser demencialmente hermoso si es diverso. Podemos y debemos ser lo que queramos, pues siendo lo que somos y respetando la libertad propia y ajena no herimos a nadie (por mucho que bajo las archirrepetidas excusas anteriormente mencionadas intenten poseer, humillar, delimitar o ultrajar nuestra propia y sagrada libertad).
Que no es necesario comprenderlo del todo ni compartirlo para respetar las nociones de libertad y diversidad, maldita sea.

En relación con todo esto, recomiendo encarecidamente asistir a las charlas que Silvia Federici y Judith Butler darán este mes y el siguiente en Madrid. Bueno, en realidad, a las charlas de  Silvia Federici y Judith Butler deberíamos ir todas/os, sabéis. El mundo sólo se haría un poco menos inhóspito, que tampoco es que le venga mal.


Silvia Federici
Viernes 16 de mayo, 19:30, librería Traficantes de Sueños.

Judith Butler
Martes 24 de junio, Alcalá de Henares.


domingo, 4 de mayo de 2014

Beltane y el fuego




Sabéis, estos primeros días de Mayo se celebra Beltane, festividad de todo aquello que late y arde y ríe y es salvaje, exaltación de la sangre en las venas, del florecimiento desmedido y del placer.
En estos días, se baila alrededor del fuego.

Quise decíroslo antes, sabéis, compartir con vosotros el calor de todo lo que es ígneo; pero en Europa han estado encendiendo estos días otra clase de hogueras, otra clase de fuegos y sacrificios, y esto sumado a la ocultación deliberada por parte de los medios y del −indecentemente− autodenominado "periodismo veraz" me ha llenado de asco y horror; y yo no podía invitaros al fuego cuando en Odessa se está quemando gente y este país habla pasajeramente de "activistas" y edificios en llamas como si se tratara de otro azaroso y pintoresco incidente. Había gente ahí dentro, sabéis. Más de cuarenta personas.

Así que regreso hoy para hablaros del fuego y para deciros que disfrutéis como animales, que viváis y luchéis por vuestras metas como bestias enloquecidas; pero también para deciros que están atentando una vez más y más que nunca contra la libertad bajo el amparo de grandes siglas y grandes nombres que todos conocemos, que el grado de amansamiento al que nos someten por sistema está alcanzando cotas de mentira y enmascaramiento impúdicamente inhumanas y aterradoras, que esto ya lo hemos vivido, demonios, y que nadie está a salvo.
Podéis elegir no creerme, perfectamente. Pero si no me creéis a mí, que sea porque no os creéis nada. No asumáis nada. Acudid a diferentes fuentes. Buscad, leed, ved, contrastad. Cuestionad. Reflexionad. Sacad vuestras propias conclusiones −aunque, con que busquéis un poco fuera de los cauces habituales, las evidencias ya no es que dejen mucho margen de error−. Y, sobre todo, recordad, por los dioses, tirad de memoria e historia, no os fiéis de aquellos que reiterada y flagrantemente os han mentido.

Esto es todo.
Feliz Beltane. Sed indómitamente libres.



viernes, 7 de diciembre de 2012

Revolviendo aún más papeles, y algunas decisiones


Fernand Khnopff , I lock the door upon myself


He olvidado muchas cosas, sabéis.

Recordarlas es como recordar la poesía: hay autores, frases, gestos, melodías, destellos que te arrancan de la corriente en la que supuestamente intentas mantener tu vida ("vida" en el sentido de organismo que se mueve y gesticula y que ingiere y que funciona, que no "Vida") de manera satisfactoria y constante (porque hay que sobrevivir, al fin y al cabo); resplandores que te asaltan como una fiera salvaje (como una dama salvaje, como una fiera-que-es-dama, como un caballero-que-es) y que te arrojan muy poco elegantemente a un lado fuera de ese caudal en el que en teoría tenías que sentirte protegido y sereno.
Pero sabéis, algunos realmente jamás nos sentimos protegidos y serenos ahí, precisamente, precisamente ahí. Cuando llegan y nos embisten esas luces, esas llamas diminutas o inmensas, nos levantamos tras el golpe y sacudimos la cabeza esparciendo gotas de río silencioso y nos quejamos y lanzamos improperios y maldecimos mucho, muchísimo. A veces hasta sangramos un poquito. Pero casi se nos escapa la sonrisa entre blasfemia y blasfemia mientras fingimos que no nos estamos dando cuenta.

Bellas Artes no fue nunca un refugio. Sí fueron refugio las personas que tuve la maravillosa suerte de conocer, la calidez del té en ciertos días infinitamente fríos (recuerdo perfectamente el vaho que me empañaba las gafas cuando mantenía el vaso muy cerca de los labios sin beber, los dedos abrasándoseme felizmente mientras el calor que los desentumecía sobrepasaba lo simbólico), las ventanas inmensas junto a las cuales acurrucarse; el césped que, sobre todo al principio, acogía magia pura y conversación y gatos (muchos, muchos gatos, aunque eso creo que no ha cambiado); algunas tardes/noches de tormenta inconcebible (cómo te reíste de mi cara, Maite, cuando entré aterrada y fascinada y empapada en el aula de dibujo aquella tarde −debió de ser digno de verse, pues la modelo comenzó a reírse también−, y cómo te seguiste riendo años después cada vez que surgía el recordarlo); aquella vez que una estrella y yo bailamos entre carcajadas frente a la entrada mientras caía la primera nieve del invierno; la luz que se colaba por ese preciso cristal en esa hora exacta; el aroma siempre plácido y calmante de la arcilla.
Y ciertas clases teóricas. Allí estaba la llama, y gracias a ellas salía a los pasillos con los ojos muy abiertos y la poesía incendiada en la frente.

La poesía siempre duele, estoy descubriendo últimamente.
(No es como si no lo supiéramos, pero a veces necesitamos concederle algunas letras a un pensamiento para descubrir que lo sabemos.)

Casi curso tras curso, tuve la fortuna de conocer a profesores estupendos que resultaron estar apasionados por temas que a mí también me apasionaban. Tópicos que me hacían y aún me hacen estremecer, resonancias puras de las cosas sobre las cuales yo escribía más o menos secretamente desde hace años. La diferencia era que ahora alguien me hablaba de raíces estéticas, históricas o poéticas; de escritores que también los habían amado o detestado. Saber que mi sed no era sólo mía y que había un eco trazado a través de los siglos era para mí un hallazgo tan delicioso que resultaba casi insoportable. Sencillamente, internarme en esas clases era alimentar el monstruo que soy.

Lo que inicialmente quería decir con todo esto es que he decidido publicar en este blog algunos de los trabajos-ensayos (o tal vez sólo fragmentos, aún no lo sé muy bien) que algunas de esas clases teóricas suscitaron. Como decía al principio, he olvidado muchas cosas (no las importantes, no obstante, más bien las fechas, los autores y los nombres), y sin embargo esos ensayos nacían en ocasiones de lo más profundo de mi ser semejantes a manifiestos, y qué demonios, para qué más se supone que es este blog. Siempre se me dieron mucho mejor las asignaturas teóricas que las prácticas (paradójico, ¿verdad? Pero es que en las prácticas no podía decir lo que proclamaba a gritos en las teóricas), y dejar enterrados eternamente estos textos en los que tanto me impliqué en su momento no tiene mucho sentido.

Así que me voy a dedicar a revisar, corregir y seleccionar; para poder subir fragmentos o totalidades en cuanto me sea posible o me posea el arrebato. Sí, os estoy advirtiendo.
Mientras, os dejo con unas palabras de Arria Marcela en la obra de Théophile Gautier del mismo nombre:


«Yo creo en nuestros antiguos dioses que amaban la vida, 
la juventud, la belleza, el placer; 
no volváis a sumergirme en la descolorida nada.»



Tened buena noche, dulces seres.

PD: Ahora que los estoy releyendo, confirmo mis sospechas recordadas a medias: todos tratan de la carne, del terror a la carne, a la ruina, al temblor, a la huella; de la búsqueda maldita de la máquina impoluta, del maniquí aséptico, del silencio estéril. Criatura obsesiva. Años de carrera para seguir igual, inmensa loca.