viernes, 21 de noviembre de 2014

Entrevista para El Pulso (II)


Aunque ya publiqué el enlace en su momento, he decidido reproducir a continuación íntegramente la entrevista que Frank G. Rubio me hizo para El Pulso en julio de este mismo año (artículo original).
Frank me dejó absoluta vía libre, me hizo preguntas abiertas que funcionaron como resortes en mi psique exaltada y excitable y, en definitiva, me hizo absolutamente feliz. Meses después, idéntico agradecimiento.

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¿Quién es Mar del Valle y cómo y por qué llegó a la Tierra?

Mar del Valle es una criatura híbrida. Llegó a la Tierra por el método habitual sintiendo que se le había perdido algo, y permaneció en ella buscándolo y ocupándose entretanto (o para hallarlo) en dibujar, cantar, bailar desaforadamente y complacer a todo el mundo. Luego se cansó de esto último. Algunos dirían que quedó endemoniada, pero eso es cosa de otro tiempo y los demonios ya no son lo que eran y, por otra parte, vivir en esta época no tendría gracia si a uno la mente no se le arrojase sin remedio por los filos y los abismos de las cosas. Por eso mismo decidió dedicarse a los abismos, y de este modo la vida empezó a parecerse un poco más a lo sanguíneo y a lo eterno. (Sea como sea, reconoce que los demonios siguen bailando mejor que nadie, eso también es cierto.)

En La fuerza de los fuertes, el último libro que has ilustrado, tu imaginación conjura una perspectiva abismal que satura a los poco fluidos personajes del texto...

Cuando José Antonio, editor de Traspiés, me llamó para ilustrar La fuerza de los fuertes, lo hizo tomando como referencia una ilustración de ánimo e intención salvajes que yo había realizado hacía muy poco tiempo (Hi hi little monster). Eso, y saber que los protagonistas eran humanos primitivos ubicados en una sociedad tribal, dio absoluta vía libre a mi imaginación hiperactiva y sedienta. Esto quiere decir que cuando yo leía una frase cualquiera de London, sencilla y hasta inocente, en mi cabeza las entidades a las que se aludía tomaban automáticamente perspectiva y apariencia de símbolo, de arcano, de arquetipo; se transformaban en una encarnación libre y autónoma, una manifestación de poder. Esto es algo que suele pasarme. Voy por el mundo buscando y erigiendo encarnaciones de lo sagrado, y cuando hablo de lo sagrado no estoy hablando de algo aséptico ni sumiso ni virginal ni silencioso; sino de algo visceral y oscuro, algo sexual y puro, inmaculado como inmaculados son la tierra húmeda y el hueso, algo antiguo y a la vez atemporal que resuena siembre bajo el estruendo del mundo, denso, sabio, irrefutable. Algo que no necesita de nadie. Y ese respirar de lo sagrado encuentra perfectas fauces en el Arte.

Eres extraordinariamente versátil: no sólo ilustras sino que también compones canciones y las interpretas, pienso en tu experiencia con Duendelirium... Incluso elaboras camafeos. ¿Responde esta versatilidad a una verosímil relación con lo numinoso?

Me temo que sí. Siempre he necesitado dibujar, al igual que siempre he necesitado escribir o actuar. Para mí todas las disciplinas artísticas son facetas de una misma cosa, y todas me arden en el cuerpo y el cerebro: trazo, gesto, palabra, ritmo. No todo arte es sagrado, pero lo sagrado sabe materializarse en el Arte. Porque el Arte es el abismo. El Arte ha de poseernos y traspasarnos. Me explicaré: mi estado natural es febril. La sociedad actual busca aletargarnos, anestesiarnos, sumirnos en la uniformidad monocroma y monocorde para poder ser fácilmente explotados, para enseñarnos a repudiar, limar y/o destruir cualquier elemento divergente. Quién ha de sentirse vivo así, quién. Necesitamos de la sangre que fluye, del aullido que nos rompe. Y el Arte es aullido y sangre, es droga y arma afilada. Los creadores, cuando creamos, somos a la vez sacerdote, daga, altar y sacrificio. Y en las ocasiones memorables, si todo −incluido nosotros− se desboca, también somos dioses. El latido es poder. Por eso, lo primero que se intenta destruir siempre en una sociedad decadente es el Arte.
Los camafeos ilustrados son parte de todo esto, pero en una faceta más aplicable a lo cotidiano. Son para mí un recordatorio, el pequeño emblema que a veces se hace necesario para navegar por lo ceniciento sin perderse. Como digo en la descripción de mi tienda de Etsy, no puedo dejar de rendir culto al ornamento, porque en los pequeños objetos que escogemos para representarnos subyace la innegable canción del manifiesto.

Y, sin embargo, las ilustraciones que más me gustan, por su feérica extrañeza o su siniestra textura, como mejor prefieras, son las infantiles...

Qué descripción más hermosa… A mi parecer, tanto la ilustración como la literatura infantil no pueden hacerse a la ligera. Escribir o ilustrar para niños es jugar con fuego. No es sencillo, no es inofensivo: los niños absorben todo lo que ven y leen y van a convertirlo instintivamente en la base sobre la que conformar sus valores, su forma de percibir el mundo y a sí mismos, su forma de relacionarse y de moverse por el entorno. Aún estamos demasiado acostumbrados a que la mayoría de los libros y series infantiles perpetúen roles, estereotipos y formas de ver el mundo muy limitadas, altamente restrictivas. Una vez más, en general no hay representación de la diferencia, y si la hay es para normalizarla (si eres diferente entras dentro de la clasificación A o B o C y por tanto has de comportarte dentro de lo esperado en los modos A o B o C, no existe otra posibilidad). Por eso, a la hora de elaborar cualquier ilustración infantil adoro reinterpretar la propuesta, salpicarla en mayor o menor medida de detalles no mencionados y de discordancias respecto a la norma establecida: niños a los que les gusta maquillarse o llevar lirios en el pelo; niñas de cabello corto y guantes de motorista; niños y niñas de mirada enigmática, antigua, casi intimidatoria; pinceladas de mitologías ajenas al cristianismo. A mi manera, en cada imagen intento decir lo mismo que digo en mis ilustraciones para adultos: puedes ser lo que quieras, puedes ser libre.

¿Te gustaría ilustrar alguna obra en especial?

Cuentos extraños, atípicos, perversos. Cuentos clásicos reinterpretados, despojados de la ética de la sumisión. Fuegos, de Marguerite Yourcenar; los cuentos de Pilar Pedraza; Nieve, cristal, manzanas, de Neil Gaiman; Carmilla, de Le Fanu; Aranmanoth, de Ana María Matute; Música silenciosa, de Álex Portero. Poesía simbólica. Mitologías. Bestiarios. Todo aquello que huela a canción vieja y olvidada, o nueva y olvidada, riente, superviviente, arcana.

¿Qué andas preparando ahora?

¡Oh!, cosas terribles. Un proyecto polifacético del que aún no puedo hablar y que me está mordisqueando las venas, una colaboración de la que tampoco puedo hablar todavía y que me está escarbando en la garganta, y algunos proyectos (texto e ilustraciones de un álbum infantil, un cuento clásico reinterpretado, un libro ilustrado conceptual con obra inédita, etc) que son apenas esbozo pero que laten inclementes aquí dentro, detrás de los ojos. Sí, lo sé, el secretismo nos abruma. Pero es que las mejores cosas se gestan a oscuras, ¿no es así…?


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