viernes, 10 de julio de 2015

"Las canciones de los durmientes" - Layla Martínez



(Notas de las 3 am de una madrugada insomne.)

La Poesía contemporánea, como todo Arte, tiene sacerdotisas, tiene sacerdotes.
Y, como todo Arte, es inhumana; y por tanto exige cierto grado de ensañamiento, cierto grado de inclemencia, de crueldad.

Leer a Layla Martínez es espeluznante y desalmado, pues no sólo supone asomarse a una belleza hermética, iridiscente y cruel; sino también saber que, una vez lejos de ella, serás incapaz de recordar cuál era la textura exacta de esa belleza.
Sus Canciones de los durmientes me paralizan el corazón. Leo y temo y admiro y odio, sabiendo que nada me salvará del daño y de la pérdida. Que podemos ser golpeados por la belleza, pero que no podemos precisarla ni aferrarnos a sus contornos al igual que no podemos apresar el humo del incienso o la forma exacta de las pesadillas una vez hemos despertado. Y saber esto sólo puede ser agónico.

La Poesía no nos compadece. Leer a Layla es no querer leerla. Leer a Layla es tenderse a esperar en una llanura yerma, invertebrada, cuajada de extrañas auroras boreales; y sangrar devastada y silenciosamente, despacio, en el nombre de dioses ciegos y abisales.






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